La indefensión aprendida
La indefensión aprendida, o en su término en inglés learned helplessness, es un trastorno psicológico caracterizado por una involución en el aprendizaje causada por la actuación impredecible de un estímulo aversivo sobre el individuo, sin disponer éste de un mecanismo para escapar o evitar dicho estímulo. Esto lleva al animal a un estado en el que no puede predecir ni controlar la situación, con lo que aprende a no reaccionar de ninguna manera, aún cuando más tarde se le proporcionen herramientas para hacerlo. Sabemos que uno de los factores importantes para que se produzca un buen condicionamiento instrumental es la contingencia entre la respuesta ofrecida por el animal y la consecuencia a esta respuesta (refuerzo). Podríamos pensar entonces que si este factor no es correcto no se produciría aprendizaje. O también que el aprendizaje producido sería independiente de la consecuencia. Pues bien, es esta segunda opción la hipótesis correcta. Sí se produce aprendizaje, pero lo que aprende un animal en esta situación es que haga lo que haga es independiente de la recompensa (situación de indefensión) Por supuesto el que un animal aprenda esto, no tendrá un buen efecto sobre su capacidad de aprendizaje futuro, sino todo lo contrario, sobre todo si estas situaciones se cronifican.
La indefensión aprendida es el hallazgo de que el aprendizaje futuro se retarda si el animal recibe previamente consecuencias incontrolables.
Experimentos sobre la indefensión
Los primeros estudios llevados a cabo sobre la indefensión se deben a Seligman y Maier (1967).
Utilizaron 3 grupos de perros en el experimento:
En el grupo 1 se colocaba a los animales sujetos por un arnés mientras se les proporcionaban descargas eléctricas inesperadas en las patas traseras. Estos perros podían parar las descargas siempre que pulsaran con su hocico unos paneles situados a ambos lados de la cabeza.
En el grupo 2 sin embargo, los perros no tenían la posibilidad de detener las descargas suministradas, recibiéndolas al mismo tiempo que los animales del grupo 1.
El grupo 3 era el grupo control, en el que los animales no recibían ningún tratamiento.
En una segunda fase del experimento se les daba a todos los grupos la oportunidad de una vía de evitación de las descargas mediante la colocación de un segundo compartimento dentro de la caja donde estaban situados, para poder moverse allí al recibir el estímulo aversivo. Los resultados fueron que los grupos 1 y 3 manifestaron la misma capacidad de aprendizaje de la nueva estrategia de evitación/escape, moviéndose al segundo compartimento. Sin embargo, el grupo 2 mostró un tremendo problema de aprendizaje de la nueva tarea. Este déficit constituye el llamado fenómeno de indefensión aprendida. Esta dificultad del grupo 2 para aprender a evitar la descarga no podía obedecer al hecho de haber recibido las descargas previamente, ya que el estímulo se proporcionó igualmente en los tres grupos. El problema era debido a su incapacidad previa, en la primera fase del experimento, para poder controlar la descarga suministrada. En la primera fase, los individuos mostraban determinadas conductas pero ninguna tenía que ver con la consecuencia de parar de las descargas. Esto desarrolla en el animal la idea de que por mucho que haga no va a tener un control sobre la terminación del castigo, con lo que la conducta licitada ante el estímulo termina por ser la inhibición en la segunda fase, en vez de la evitación/escape como los perros de los grupos 1 y 3.
La idea de que la conducta es independiente de la recompensa funcionó también con otra experiencia en la que el condicionamiento instrumental era apetitivo, en vez de aversivo. El fenómeno hallado en este caso se denominó pereza aprendida. El experimento se realizó con ratas y bolitas de comida como reforzador positivo, y las conclusiones fueron asimismo un retraso en el aprendizaje por el grupo en el que la contingencia no existía y la presentación del estímulo era aleatoria con respecto de la conducta de apretar una palanca. En la segunda fase, cuando podían recibir el refuerzo positivo, los animales no mostraban ninguna conducta.
Otras hipótesis
Hipótesis posteriores de otros investigadores señalaban que lo que da origen a la respuesta de indefensión no es la falta de control del animal sobre la consecuencia, sino su incapacidad para predecir la presentación del estímulo.
También la ansiedad cronificada, el estrés sin descanso y el miedo experimentado se presentan como factores que disminuyen la capacidad de aprendizaje posterior.
Por último, se cree que los animales afectados por esta experiencia cambian la manera de procesar la información en sus cerebros. De manera que la capacidad de respuesta posterior sería limitada.
Aplicaciones
Todos estos experimentos, hipótesis y teorías tienen una aplicación a nivel de la etología aplicada al trabajo diario con perros, que es el ámbito que nos ocupa.
La principal conclusión a extraer de aquí es el fundamento para trabajar de manera correcta con nuestros perros y los de nuestros clientes.
Es imprescindible conocer adónde nos pueden llevar los errores en la educación y el adiestramiento de un animal antes de emprender un trabajo. Y por supuesto, estudiar las cualidades psicofísicas del perro, que nos darán una idea de las limitaciones con las que nos vamos a encontrar, los reforzadores positivos y negativos que podremos usar y el nivel de presión a emplear tanto en el trabajo en positivo como con dobles reforzadores. Ya hemos visto la importancia de la contingencia en el condicionamiento instrumental. Un bajo nivel de frustración o estrés puede ser positivo en un trabajo o en un animal determinado, pero perjudicial en otros. Y lo importante es que se puede hacer un mal trabajo utilizando un método en positivo, como en un trabajo en negativo o con dobles reforzadores. Como idea final pensemos en el fenómeno de la indefensión aprendida representado en nuestra sociedad de hoy día en una de las noticias más presentes en los telediarios: la violencia de género.
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