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Los efectos del estrés en perros


Siguiendo con las cosas interesantes que rodean el mundo cotidiano de los perros -que es el nuestro- vamos con algo no menos interesante sobre todo, porque es una de las emociones que gobiernan hoy en día nuestra azarosa existencia. Hablamos ni más ni menos que del estrés. ¿Y quién iba a pensar que el estrés influiría también en nuestros perros? Pues fíjese qué sorpresa, ellos no trabajan 16 horas al día ni se toman 6 cafés cargados, pero les afectan los nuestros. Y es que es encomiable la vida que llevan algunos perros, aguantando todo lo que les echamos encima: el tabaco, el café, el alcohol, el mal humor... ¡Si son unos angelitos! Sin ir más lejos, ayer tuve una consulta sobre un perro que era agresivo. Llega la dueña del perro con su madre, les pregunto cuál era el problema y lo primero que hacen es pelearse a voz en grito en un idioma de Europa del este y delante de mí. ¡Sin comentarios! No nos respetamos entre nosotros, abandonamos bebés en contenedores. ¿Qué no vamos a hacer con los perros? Inexplicablemente decidieron tratarlo, y digo inexplicablemente porque deduje por su comportamiento que no tendrían la paciencia necesaria para hacerlo.




Luego tenemos la otra cara de la moneda, la gente que en su momento se asesoró, que se esfuerza, lee, estudia, busca información, llama a un profesional, y además, hace girar su vida en torno al perro y tiene toda su casa como una trinchera. Tampoco es bueno llegar a este extremo, no podemos planear nuestra vida según el perro, porque así creo que tampoco estamos disfrutando. Bien, pero sí que es encomiable la molestia y el esfuerzo que se toman algunos propietarios hasta ese punto. Yo a veces no dejo de sorprenderme en mis visitas.


El ideal por supuesto es el equilibrio. Tampoco es tan difícil darse cuenta aunque, por cómo sobrellevamos nuestras vidas, a veces es normal que no nos percatemos de dónde está ese equilibrio. ¡Ya lo quisiéramos para nosotros mismos! Y pensar que hay gente que disfruta viviendo de esa manera. Aunque sobre gustos ya se sabe.



En resumen, es harto complicado librarse en el día a día de la dosis correspondiente de prisas, de excesos, del tengo que hacer esto antes que lo otro, de que “mi jefe me va a matar” o de que cuando llegue a casa, ¿qué me encontraré?... Es que estamos obsesionados con el siguiente momento, con lo que tengo que hacer mañana y con que tengo que llamar a este amigo para no quedar mal con los demás porque el qué dirán, es también un factor importante. No sabemos vivir sin saber que el resto de la gente también está contenta con nuestra manera de ser. Si el vecino me aprueba, yo soy mejor persona.

Después de nuestro estresante comienzo le pregunto a usted: ¿quién está en casa esperando a que lleguemos con nuestro día a cuestas? Ya sabe la respuesta, el de las dos orejas, las cuatro patas y el rabo. ¿Cuál es su reacción cuando abrimos la puerta de casa y está esperando al otro lado meneando su cola y sonriendo? Pues la postura de apaciguamiento. Se agacha, echa las orejas para atrás y, como mucho, nos da con la patita. La reacción normal tras ver lo que él pensaba que era su dueño feliz que vuelve a casa para estar con él, pero que se ha convertido en una roca de una tonelada de peso con cara de mala leche. Cualquiera en su lugar se quitaría de en medio. Yo lo hago. Se dice que es normal pagar el cansancio, los nervios y la adrenalina que no hemos podido soltar con quien está cuando llegamos a casa, nuestra familia, nuestro perro o nuestro amigo. Y no debería ser tan normal. Lo que yo aconsejaría después de ver algunos pacientes caninos es descargarse corriendo 5 vueltas a la manzana antes de entrar en casa o comprarse un saco de punching y construirse una habitación insonorizada para los gritos. Claro que eso debería existir en todas las comunidades de vecinos. Sin ir más lejos, estoy escuchando mientras escribo el lloriqueo continuo que tiene el cachorro de mi vecina, que vive encerrado en la terraza, sin vacunar y sin salir tampoco a la calle. Eso es también estrés, vivir sin relación con otros perros, sin educación y sin estimulación. ¿Hasta dónde puede llegar el efecto de un estrés crónico en un animal? Pues hasta una situación inimaginable; la indefensión aprendida. Esto puede ocurrir, por ejemplo, por causa de castigos inconsistentes, es decir, en los que el perro no sabe ni entiende el por qué del mismo ni cómo salir de allí. Es la situación en la que el perro aprende que por mucho que intente salir de ella no va a tener éxito porque no tiene ningún control, por lo que se abandona y entra en un bloqueo producido por un estrés continuo que desemboca en un estado de letargia y depresión. Obviamente no todos los casos son tan graves, pero partiendo del extremo entiendo que usted podrá darse cuenta de las situaciones en las que su perro no aprende porque está emocionalmente afectado o desarrolla conductas anómalas, como agresividad, ansiedad o fobias por situaciones agudas de estrés que lo ponen en la disyuntiva de huir, atacar o mantener una ansiedad permanente. Fisiológicamente, si ponemos a un animal en una situación conflictiva se desencadena el mecanismo del estrés. Mientras el perro se encuentra en la reacción de emergencia, el mecanismo que digamos que sería contrario, es decir, el pensamiento, se encuentra inhibido. Por lo tanto tenemos un animal que intentará salir de esa situación mediante un mecanismo reflejo que procede de uno de sus instintos básicos; la supervivencia. La pregunta en ese momento es: “¿huyo o ataco?” Pero ¿y si realmente no es necesario reaccionar de esa manera? Si la situación no es una emergencia biológica el gasto que sufre el organismo es innecesario en relación costes-beneficios. Si la situación se hace crónica pueden ocurrir varias cosas:


  • Los umbrales de la agresividad y el miedo disminuyen, con lo cual estas dos reacciones se desencadenarán más fácilmente y ante estímulos cada vez menos predecibles.

  • Se llega a una sensación de ansiedad generalizada, ya que el coste biológico del mecanismo de emergencia ya no puede ser satisfecho, con lo que se utilizan otros recursos destinados a otras funciones orgánicas, como el crecimiento o la inmunidad.

  • Se compromete el crecimiento, el sistema inmunológico, la capacidad de aprendizaje y la memoria, así como la capacidad de responder al dolor y el ciclo sueño-vigilia.

Se ha visto, según estudios neuropsicológicos, que existe una predisposición genética en algunos individuos a padecer los efectos derivados del estrés. Tenemos entonces animales que tienen más tendencia a la emocionalidad, entendiendo como tal todo lo que se refiere a estrés, ansiedad, miedo e hiperactividad. Sin embargo otros que son genéticamente más equilibrados, utilizarían la cognición versus la emoción.

Éstos, junto con el tiempo de recuperación tras una situación estresante, son rasgos que constituyen parte de las cualidades psicofísicas de un perro y que hay que analizar y tener en cuenta a la hora de emprender cualquier trabajo o entrenamiento con el mismo. Son elementos que contribuyen al éxito o fracaso que se experimenta cuando se trabaja con un perro. Otro dato curioso es que la exposición a una situación de estrés agudo, favorece en el animal el recuerdo de esa experiencia, debido a que ciertas sustancias liberadas intervienen en los mecanismos cerebrales de la memoria. Por tanto, un perro recordará muy bien las experiencias de miedo y agresividad -por ejemplo- y nos será más difícil tratarlos. Al fin y al cabo, como he dicho antes, es un mecanismo que favorece la supervivencia. Y la conducta no es más que la reacción del sistema nervioso central ante los estímulos del ambiente, para lo cual es muy valiosa la experiencia previa del animal adquirida mediante el aprendizaje, sin el cual prevalecerán los instintos básicos: supervivencia y reproducción.

¿Cómo podemos influir para disminuir el estrés?

El objetivo es devolver el equilibrio al organismo. Esto depende de en qué manera se ha visto afectado éste y de su gravedad. Dependiendo del caso, se utilizan varios métodos, unidos todos ellos o sólo en parte, dependiendo del problema que se trate:

  • Pautas de modificación de conducta basadas en el adiestramiento o entrenamiento del perro, la estimulación mental, el ejercicio y la modificación del ambiente, en el que se incluye la implicación directa del propietario.

  • Alimentación sana y equilibrada con una dieta controlada y de calidad.

  • Medicación encaminada a restituir los elementos químicos que se han desequilibrado o destruido en el sistema nervioso central y endocrino.

Mi objetivo en este artículo era instruir al propietario sobre los efectos perjudiciales que puede tener el estrés sobre nuestras mascotas, efectos de los que la mayoría de las veces, no nos damos cuenta.

Un dato más para tener en cuenta a la hora de tratar con nuestros compañeros de fatigas, para saber entender su conducta y para comprender que el comportamiento de un perro está influenciado por todo el ambiente que lo rodea aunque, en parte, esté predispuesto genéticamente.

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